Aquí, en  las islas Galápagos, todos son felices, son amigos y viven tranquilos. Los  lobos marinos se echan sobre las playas a tomar el sol, el uno pegado del otro,  como racimos de bananos. Las iguanas marinas, negras con visos rojos, se  amontonan en decenas a darse calor. La una le pone la pata encima de la cara a  la otra.
   
   
   
   
   
   
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Los piqueros de patas azules y los albatros, entre  otros pájaros, se la pasan bailando. Millones de criaturas de distintas  especies –principalmente aves y reptiles- conviven en plena armonía en  este paraíso. Y cuando reciben la visita de esa especie extraña que es el ser  humano ni se inmutan.
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Los piqueros de patas azules son una de las especies    más admiradas por los turistas. José Alberto Mojica/ EL TIEMPO | 
Esa es una de las cosas que más sorprenden de estas  islas de Ecuador -13 en total, 8.000 kilómetros  cuadrados de superficie, a mil  kilómetros del continente-: ver a las personas caminando en medio de estos  animales salvajes. Impresiona que sean tan amigables y luzcan como joyas de un  museo viviente.
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Los albatros son una de las especies endémicas de    las islas Galápagos. Daniela Plaza | 
Aunque las tortugas gigantes de Galápagos, que le  dieron el nombre a estas islas bañadas por el océano Pacífico y las hicieron  famosas en el mundo, son tímidas. Cuando una persona se acerca mucho, esconden  la cabeza dentro de esos esos caparazones que parecen el capó de un carro.
Ni siquiera los tiburones se espantan, ni atacan -más  adelante contaré mi experiencia nadando con un tiburón-. Sí, con un tiburón. Al  contrario, posan como modelos ante sus fotógrafos y se dejan tomar fotos muy  cerca de ellos.
Juan Carlos Sosa, un curtido guía naturalista  ecuatoriano de 54 años –todos los guías deben ser naturalistas y  certificados por el Parque Nacional Galápagos y nadie puede hacer turismo aquí  sin un guía como Juan Carlos- tiene una explicación sencilla: “Todas  estas criaturas no conocen al ser humano; no saben que, en otros lugares, son  su principal depredador y enemigo”.
Triste comprender que este lugar es así de único y  mágico, en gran parte, porque no es habitado por personas (solo tres de las 10  islas son pobladas: San Cristóbal, Santa Cruz e Isabela). El 97 por ciento de  Galápagos es territorio del Parque Nacional del mismo nombre. También hay que  decir no tienen grandes depredadores naturales: leones, pumas, lobos o hienas.
Emprendimos este viaje en la isla de Baltra, donde nos  embarcamos en el Silver Galápagos, un barco de expedición de la naviera  SilverSea. El itinerario fue así: Bogotá-Quito, Quito-Guayaquil,  Guayaquil-Baltra. Vamos en un buque para cien pasajeros, con las atenciones de  un crucero de lujo, pero amigable con los ecosistemas. Si no fuera así no  podría navegar en estas islas, proclamadas Patrimonio de la Humanidad dese  1979, reserva de la Biosfera desde 1985, reserva marina y uno de los destinos  naturales más y mejor protegidos y conservados del mundo.
Este no es un destino común. Aquí han sucedido, y  suceden, cosas que no pasan en ningún otro lugar del mundo. Y los turistas  deben cumplir estrictas reglas. También, hay que decirlo, es un destino  costoso, no solo por estar tan lejos de la civilización sino para evitar un  turismo masivo (y nocivo). Pero cada peso invertido es una inversión para toda  la vida.
Nos recibe un océano azul profundo y tranquilo, como  un espejo, que más adelante descubriremos verde, celeste, rojo y achocolatado.  Una acuarela derretida. En este viaje solo visitaremos cuatro islas: Genovesa,  Rábida, Española y Santa Cruz, en la parte central. No alcanzó el tiempo para  ir a las islas del oeste, donde habitan los famosos pingüinos de Galápagos y  las tortugas marinas. Para visitarlas todas, mínimo, se necesitan dos semanas.  Hay que volver.
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Las tortugas gigantes de Galápagos pueden llegar a    pesar 300 kilos. Daniela Plaza | 
Siete días después se confirma lo que se dice de  Galápagos: que este es uno de esos lugares que hay que ver antes de morir. O  mejor, que este es uno de esos viajes que hay que hacer en la vida.
Tras las huellas de Darwin
“Quien sobrevive no es el más fuerte ni el más  inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio”, dijo el naturalista  inglés Charles Darwin al analizar cómo todas esas criaturas que descubrió en  Galápagos se adaptaron a condiciones tan extremas: islas levantadas sobre  erupciones volcánicas, sin fuentes de agua dulce, con escaso alimento.  Veinticinco años después de su visita de dos semanas a Galápagos, en 1836,  Darwin publicaría el libro ‘El origen de las especies’, y le  contaría al mundo su teoría de la evolución biológica por selección natural.
El aislamiento es una palabra clave, dice el guía Juan  Carlos Sosa al explicar, de manera didáctica, el discurso de Darwin. En  Galápagos todo comenzó por accidente. Una lagartija o un pájaro que llegaron  por cuestiones del azar. “La selección natural se encarga de moldear a  los animales de tal manera que puedan adaptarse para sobrevivir”, sigue  Juan Carlos. Es por eso que los picos de algunas aves se han transformado con  el transcurrir de los siglos; para poder pescar, por ejemplo. (Vea en imágenes:  El lujo de recorrer las islas Galápagos)
Es por eso que muchas de las especies son endémicas,  es decir, nacieron aquí y solo se pueden ver aquí. La más emblemática es la  tortuga galápagos, gigante, que puede llegar a pesar 300 kilos y vivir más de  cien años; el albatros, las iguanas marinas y el cormorán, ave que en su proceso  evolutivo perdió la capacidad de volar para convertirse en un experto cazador  submarino.
Un abrebocas en la Isla Genovesa
La primera de las islas que visitaremos es Genovesa,  que a lo lejos parece un coliseo romano. El acantilado, filoso, está pintado de  blanco, como si hubiera nevado. Es el excremento de las aves (guano).  Descendemos del buque y subimos a un bote que en diez minutos nos desembarca.
Sobre los arbustos de Palo Santo –árboles  bautizados así por los jesuitas que sacaban incienso de sus ramas durante la  evangelización-, anidan los piqueros de nazca, con un plumaje blanquísimo,  varios de ellos con sus crías, que parecen copitos de algodón. La colombiana  Tita Navia no puede contener el llanto ante este enternecedor espectáculo  natural.
Preguntamos por los piqueros de patas azules y la  guía, Yvone Mortola, explica que no anidan en esta isla. En cambio, nos enseña  los piqueros de patas rojas y las fragatas magníficas, de plumaje negro, que  desfilan con una bolsa roja sobre el cuello, como si se hubieran tragado un  globo. Es el saco gular, instrumento de seducción de los machos.
Tras los piqueros de patas azules
Arribamos a Seymour Norte. James Barreno, el guía  asignado, explica que esta no es una isla de origen volcánico como Genovesa  –ni como la mayoría-; es parte del suelo marino que brotó por los  movimientos de las placas tectónicas. Y es uno de los reinos de los piqueros de  patas azules, que poco a poco se revelan ante nosotros. La colombiana Tita  Navia vuelve a llorar.
James cuenta que muchos de los turistas que llegan  hasta aquí lo hacen tras estos simpáticos pájaros, una de las especies más  conocidas de Galápagos pese a que no es endémica (es exclusiva del Pacífico  americano). Pero lamenta que ya no haya tantos, como en otras épocas, cuando se  les veía volando en bandadas. El calentamiento climático, explica James, ha  hecho que empiecen a migrar hacia Chile y Perú, donde las aguas del Pacífico  son más frías. Sin embargo, Galápagos conserva el 75 por ciento de la población  de esta especie.
Los piqueros de patas azules tienen los ojos  amarillos, como lámparas, y el pecho muy blanco. Y sus patas son azules  –explica James- debido a su dieta –pescados- y a una fina capa de  colágeno que las cubre. Mientras más azules son, más éxito tienen. Un macho  empieza a bailar, para cortejar a una hembra. Da vueltas y alza una pata, luego  la otra, y suelta un silbido largo y agudo. Ella parece complacida. Varios  minutos después, empieza a acicalarle las plumas. El cortejo funcionó.
Las tortugas gigantes
No. Las tortugas gigantes de Galápagos no están  caminando en las islas, a la vista de los visitantes. Eso era en otras épocas.  Ahora están custodiadas en varios lugares, como en las montañas de Santa Cruz,  en una granja privada. Allí vemos a las primeras tortugas centenarias, cargando  sus inmensos caparazones, refrescándose entre el lodo o escondidas entre los  arbustos.
Visitamos un criadero en Puerto Ayora, también en  Santa Cruz, enseguida de la Estación Científica Charles Darwin. Científicos de  todo el mundo se concentran en este lugar a estudiar las especies de Galápagos  y a buscar estrategias para su conservación. Una de ellas es este criadero de  tortugas, donde protegen los huevos y acompañan a las crías durante sus  primeros años para luego dejarlas hacer su vida, en su hábitat.
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Dos viajeras colombianas posan junto a una tortuga    galapagueña gigante. José Alberto Mojica/EL TIEMPO | 
Fue en este lugar donde pasó sus últimos años el  Solitario George, una tortuga que se hizo célebre en el mundo por ser la última  de su especie y que falleció el 24 de junio del 2012 sin que lograran  conseguirle una pareja para que dejara descendencia. Tenía unos 100 años. Sus  restos son estudiados en el Museo de Historia Natural de Nueva York.
Pero George, aunque aquí no lo olvidan, tiene un  aparente sucesor que se roba todas las miradas: Súper Diego. Le dicen así  porque lo rescataron del zoológico de San Diego, en Estados Unidos, después de  determinar que era la única esperanza viva para salvar su especie. Súper Diego,  de unos 80 años, vive a sus anchas en un corral con siete hembras y le  adjudican ser el padre de unas dos mil tortugas. Es el rey de las tortugas  galapagueñas. Un ídolo.
Albatros y acantilados en la isla Española
Una playa de arena fina y blanca da la bienvenida en  la isla Española. Es la Bahía Garnder, bañada por un mar celeste y punto de  partida de esta expedición, donde conoceremos una de las especies endémicas de  Galápagos: los albatros. Son grandes: su envergadura puede ser de dos metros y  pesan, en promedio, 20 kilos.
Estamos en su reino y el guía James Barreno muestra  una de las particularidades de esta especie: su ritual de apareamiento, que se  puede comparar con una conquista de baile de salón. El macho escoge a una  hembra, la rodea y la invita a bailar en una coreografía que debe resultar  perfecta: mueven la cabeza hacia la izquierda, luego a la derecha, alzan las  alas, miran hacia el cielo y emiten un sonido que suena como el aullido de un  lobo. En esas puedan durar varias semanas, hasta que alcanzan una perfecta  coordinación. Y cuando lo logran, dan rienda suelta al romance, que puede ser  eterno. Son muy fieles los albatros.
La isla Española se levanta sobre imponentes y  altísimos acantilados, uno de ellos, en Punta Suárez. Caminamos media hora  hasta la cima y nos sentamos a contemplar el paisaje, en el que las olas rompen  con dos muros de roca, con una fisura que se convierte en un chorro de agua que  se levanta varios metros y que produce una nube de pequeñas gotas que se mueve  como un fantasma y se desvanece con el viento.
Nadando con tiburones
Ya lo habían advertido: en las profundidades de  Galápagos también hay tiburones. Pero nos tranquilizaron al explicar que en  estas aguas hay tanta comida -miles de peces- que los humanos pasan inadvertidos  para estas temidas 'fieras' del océano. No hay documentados ataques a turistas.
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El Silver Galápagos es un crucero de lujo ideal para    recorrer las islas Galápagos. Daniela Plaza | 
Todas las mañanas, los expedicionarios del Silver  Galápagos tienen la opción de hacer esnórquel, con los equipos que suministran  en el barco. Una experiencia que no se puede desaprovechar. Con las colombianas  Tita Navia y María Clara Arboleda, buzos profesionales, contemplamos el  espectáculo de los cardúmenes de peces cirujanos y loros, entre muchos más, de  todos los colores, formas y tamaños. Los lobos marinos hacen remolinos. Estamos  en las cristalinas aguas de la isla Española.
Tita sale a la superficie y grita: ¡Tiburón! Con algo  de susto y mucha ansiedad, nos sumergimos hasta ver a un gigante de más de dos  metros, con su aleta puntuda, nadando –impávido- bajo nuestros pies. La  experiencia fue tan aterradora como emocionante.
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Las islas Galápagos están bañadas por el océano    Pacífico, que se pinta de azul, verde y hasta rojo. Daniela Plaza | 
Guía básica para su viaje
-Aunque usted puede llegar por su cuenta y hospedarse  en islas pobladas como Santa Cruz o San Cristóbal, se recomienda que se  embarque en una expedición. De lo contrario, solo podrá conocer unas pocas  islas. Solo los barcos exploradores pueden llegar a determinados sitios, varios  de ellos, los más importantes. Nadie puede hacer turismo por sus propios  medios. Hay que estar acompañado por un guía naturalista.
-En Galápagos es prohibido fumar, pescar, alimentar a  los animales y practicar deportes náuticos. Y hay que regresar con la basura.  Se debe caminar por los senderos señalizados.
-Las normas en Galápagos son muy estrictas. Su  equipaje será inspeccionado en los aeropuertos. No debe transportar alimentos o  plantas que puedan contaminar el lugar.
Informes: www.galapagospark.org
-Todo pasajero debe pagar tarjeta de ingreso al Parque  Nacional Galápagos: 60 dólares los nacionales de países miembros de Unasur  (entre ellos los colombianos) y 110 los demás extranjeros. Informes: www.galapagos park.org/
- Los vuelos. De Bogotá se vuela a Quito (Ecuador)  –hora y media–, de Quito a Guayaquil –media hora– y de  Guayaquil a Baltra –dos horas–. Para volar a Baltra hay que llegar  mínimo dos horas antes, pese a ser un vuelo doméstico. Las inspecciones del  equipaje se demoran. Informes en: www.galapagospark.org
A bordo del Silver Galápagos
Este crucero de lujo de la naviera Silversea entra el  30 de agosto a un proceso de redecoración y vuelve a zarpar el 4 de octubre del  2014. Las tarifas van desde los 5.450 dólares en acomodación doble. Un tercer  pasajero, en la misma suite, paga 2.650 dólares. Solo se admiten niños desde  los diez años.
La expedición del 4 de octubre, con el barco  remodelado, cuesta 6.050 dólares. El barco tiene salidas todos los sábados y la  expedición dura una semana.
Las tarifas incluyen la suite, comidas y bebidas  ilimitadas (incluidos los licores) y las expediciones guiadas. Hay dos  restaurantes de talla internacional donde se destacan los pescados y mariscos  de Galápagos.
Todo pasajero debe pagar tarjeta de ingreso al Parque  Nacional Galápagos: 60 para colombianos y 110 para extranjeros.
Informes en Deluxe Reps: www.deluxerepscolombia.com. Teléfonos: 6917655 - 6166199.
Informes en Deluxe Reps: www.deluxerepscolombia.com. Teléfonos: 6917655 - 6166199.
JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO
Enviado especial de Viajar
]Invitación de Silversea y Deluxe Reps.
Enviado especial de Viajar
]Invitación de Silversea y Deluxe Reps.
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